benedetti.jpgEl mundo está triste por muchos motivos, pero desde ayer tiene uno más para la congoja: Murió Mario Benedetti que deja un vacío muy sentido en todos aquellos que han sabido apreciar sus cuentos, sus poemas.
Pero Benedetti nos deja, entre todas sus obras, sus Haiku. Aquellos pequeños poemas que se atrevió a escribir y editar en 1999 en su Rincón de Haikus en el que el autor, en un gesto de complicidad con sus lectores, se confesó un viejo lector de haiku, poesía a la que llegó de la mano de Julio Cortázar.
Decía el poeta en la Nota Previa de aquél libro:
Personalmente, no he estado en Japón ni conozco su lengua. Tampoco soy un experto en la historia y el desarrollo del haiku. Sí tengo bien leídos y disfrutados, en buenas traducciones, numerosos haikus en la pauta clásica, que es la que siempre me ha cautivado. Esta de más decir que, por el mero hecho de presentar en este volumen, más de doscientos haikus de mi propia cosecha, no me considero un “haijin” (así se denomina en japonés al que escribe haikus) rioplatense.
Simplemente, el haiku clásico, como forma lírica, se me figuró siempre un desafío, tanto por su estructura fija como por su brevedad obligada, que lo hace aún más ceñido que, por ejemplo, el soneto, que en la poética española es tal vez la estructura clásica más rígida.
[...] Encerrar en 17 sílabas (y además, con escisiones predeterminadas), una sensación, una duda, una opinión, un sentimiento, un paisaje, y hasta una breve anécdota, empezó siendo un juego. Pero de a poco uno va captando las nuevas posibilidades de la vieja estructura. Así la dificultad formal pasa a ser un aliciente y la brevedad una provocativa forma de síntesis.
Para terminar este pequeñísimo homenaje al hombre que nació en la ciudad uruguaya de Paso de los Toros, hay un haiku de Benedetti que refleja plenamente cómo vivía su pasión (es el 172 de su libro):
la poesía
dice honduras que a veces
la prosa calla