miércoles, 28 de abril de 2010
EL PALADAR DEL DOLOR
Cuándo la triste soledad conversa con un recuerdo viejo, ya
perdido, el alma se acongoja con tal fuerza que vuelve a
renacer lo ya vivido.
Tristes acuden así de tal manera escenas viejas, Felices, pero
idas. Presente oscuro de la propia vida, como eclipse de sol
en primavera.
La congoja, es la sombra que estremece la realidad, que al con-
versar abruma. Juntas están, como en la margen crece el musgo
salpicado entre espuma.
El fuego ardiente que produce frío, el lazo interno que aprisiona
el pecho, es añorar soñando hacia el vacío, queriendo rehacer lo
que ya está hecho.
El precipicio de mi propia sombra, que se proyecta triste en el
ocaso, donde el silencio de la muerte asombra, al marchitar las
huellas del paso.
Y mientras más fue lo vivido, el conversar se torna más sombrío,-
es más triste el recuerdo más querido y es más extraño lo que fue
más mío-
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