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sábado, 4 de febrero de 2012

LEJANIA

Lejanía. Había una tierra muy lejana, la cual todos conocían como Lejanía. Los habitantes de aquella tierra solitaria eran conocidos como los Lejanos, eran personas de pequeña estatura, rostro jocoso, con nariz redondeada, cabello abundante y rojizo, sin embargo, en algunos ancianos se moteaban de grises con el pasar de los años. Vivían en casas de piedras azules que obtenían de una montaña que consideraban sagrada y que llamaban, El Retiro, pocos eran los habitantes de Lejanía que podían ir a esta montaña, ya que debían tener una característica física muy peculiar, el pie izquierdo debía ser más grande que el otro, de lo contrario no podían ir jamás para El Retiro. Sin embargo, eran pocos los Lejanos que nacían con esta extraña deformación, la cual era vista por ellos como una bendición de los Dioses de la montaña más lejana de todas las montañas conocidas. En todo el pueblo había un solo zapatero, el Sr. Zarpa, quien tenía una posición notable dentro de la comunidad, pues era él quien fabricaba los calzados para todos los Lejanos. Su hijo, Ángelo, siempre lo ayudaba en su oficio cuando llegaba del colegio, pero sólo era un niño que soñaba con ser igual a su padre, su madre era una mujer dedicada al hogar, cumplía con integridad todos sus quehaceres como ama de casa, esposa, madre, vecina y amiga. Ángelo, siempre tubo la curiosidad de saber cómo era la montaña de El Retiro, pero no podía ni siquiera pensar en llegar hasta ella, ya que sus dos pies eran exactamente del mismo tamaño, era un niño normal, pero más aventurero de lo esperado para los habitantes de un pueblo tan tranquilo como Lejanía. Todos los días cuando se dirigía al colegio, siempre tomaba un sendero que pasaba muy cerca de El Retiro, con el propósito de tratar de observar algo, cualquier cosa, dentro de aquella mítica montaña en donde eran pocas las personas que podían trabajar. En ocasiones podía ver a lo lejos, desde el portón principal que separaba la montaña de todo el pueblo, algunas personas trabajando dentro de las instalaciones que siempre había querido conocer, le llamaba mucho la atención esa extraña condición que debían tener el pie izquierdo más grande que el derecho, por lo tanto, siempre trataba de verle los pies a los trabajadores de El Retiro, pero nunca podía vérselos claramente. La vida de Lejanía era muy tranquila y feliz, pues cada quien se dedicaba a lo suyo con mucha disciplina y dedicación. Una vez cada Lejario, es decir, cuando la luna adoptaba la forma de una carita feliz y se posicionaba justamente sobre la montaña sagrada de El Retiro, los Lejanos acostumbraban a rendir culto a los Dioses de la montaña acompañados de todos sus familiares, las mujeres preparaban deliciosas comidas, los niños se dedicaban a jugar, mientras que los hombres contaban historias, leyendas sobre la montaña sagrada, eran días inolvidables y siempre estaban esperando a que se cumpliera un nuevo Lejario, para volver a celebrar todos juntos como una gran familia. Un día mientras Ángelo se encontraba trabajando con su padre en la fabricación de zapatos, se le ocurrió una gran idea para poder entrar en la montaña sagrada, pensó en fabricar un par de zapatos para él mismo, tomando en cuenta que el calzado izquierdo debía ser un poco más grande que el derecho y de esta manera por fin tendría la oportunidad de poder visitar aquella montaña y así poder conocer cuál era el secreto que guardaba en su interior. Hasta que al fin llegó el gran día, una vez dentro de la montaña Ángelo, quedó atónito viendo toda aquella maquinaria con la cual extraían y posteriormente molían las míticas piedras azules con las cuales construían las casas del pueblo. Y al fin pudo entender por qué los trabajadores de la montaña debían tener el pie izquierdo más grande que el derecho, había un máquina muy especial la cual fue creada por los Dioses de la montaña y que solamente podían operar personas que tuvieran ese peculiaridad en sus pies, debido a que el espacio donde fueron predispuestos los pedales de control de la máquina fueron diseñados intencionalmente con esas características por los Dioses, los cuales también tenían ese tipo de deformación en sus pies. Ángelo, después de aquel día entendió por qué solamente algunos habitantes, y no todos, tenían esa peculiar condición en sus pies, por fin pudo entender que si todos los habitantes iban a la montaña a trabajar, entonces el pueblo quedaría desolado completamente, por lo tanto entendió que algunos Lejanos debían quedarse en el pueblo para cuidar de la mujeres y los niños, dedicarse a transmitir las tradiciones a los jóvenes del pueblo, es decir, que los Dioses habían hecho un excelente trabajo al no hacer a todos los Lejanos iguales y que por eso cada uno de ellos, a pesar de sus diferencias, era importante para que el pueblo pudiera seguir subsistiendo y protegiéndose a sí mismo a través del tiempo. Ángelo, se dedicó a seguir estudiando y en sus ratos libres ayudaba a su padre en el oficio de la fabricación de los calzados para todos los habitantes de Lejanía y dejó que las personas elegidas hicieran el trabajo de la montaña sagrada… Jhonny Olivier.

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