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<"CIMIENTO DE LAS LETRAS-COMPLICE CON EL ESCRITOR">

sábado, 24 de marzo de 2012

LA CARTA EN EL ATICO

LA CARTA EN EL ATICO El ático escondía sus más oscuros secretos. El polvo acumulado por años todo lo cubría. Una tenue luz se escurría por una pequeña persiana dándole un aspecto fantasmal. Sin embargo la joven no tuvo miedo, cuántas veces de niña se había escondido en él escapando a alguna reprimenda. Pero ahora sólo cumplía un encargue. Su madre enferma le pidió que buscara una carta, seguramente amarillenta por los años y ajada de tanto leerla. Pero no tuvo fuerzas suficientes para decirle dónde buscar, no recordaba donde estaba. Las telarañas se mezclaban con las viejas cajas encimadas y ya olvidadas. Un enorme baúl se encontraba en un rincón escondido de las miradas curiosas cubierto con un ajado mantel. La bruma de su mente se fue disipando y al abrirlo aparecieron los juguetes amontonados desde siempre. La joven sabía que la carta no podría estar ahí, pero la curiosidad fue más poderosa. Uno a uno los fue sacando, aquel viejo osito de peluche, ya hoy pelado por el uso, la muñeca preferida con su vestido raído por el tiempo, los patines que alguna vez la hicieron deslizar soñando que era una bailarina. Hasta el caballito de madera, ya despintado, en el que se había hamacado tantas veces pensando que la llevaría lejos en su alocado galope. Y allí en el fondo, la cocinita, con sus ollitas, pava, sartén, etc. donde tantas veces preparara una imaginaria cena para sus invitados especiales, sus amigos invisibles. Los recuerdos se fueron encadenando formando una larga historia de cosas que creía olvidadas. Sus hermosos ojos azules de repente se encendían y al instante siguiente se apagaban ante un lejano dolor. Cuántas veces su padre la había hamacado en ese viejo caballito! Pensar que él partió hacia otras dimensiones siendo aún tan joven. Su mirada se opacó al evocar esos momentos tan amargos, el dolor de su madre y la rebelión y enojo de la chiquilla que ella fue. Perdida en esa maraña que la envolvía ya casi había olvidado la carta que debía buscar. Guardó nuevamente los juguetes y cerró el baúl enterrando nuevamente las tristezas y la felicidad pasada. Siguió buscando, ahora en otro rincón encontró un viejo escritorio. Ahí seguramente debía estar. Era un mueble muy antiguo, no muy grande pero con muchos cajoncitos. Como se usaba entonces también tendría uno secreto. Uno a uno los fue abriendo. Papeles amarillentos con la escritura ya casi borrada, alguna que otra pluma con los que alguna vez los escribieran. Un tintero ya seco, papel secante, nada que valiera la pena rescatar. Siguió buscando hasta que accidentalmente encontró el cajoncito escondido. Y allí estaba la carta que su madre le rogó le llevara. No tenía sobre, estaba doblada y la escritura apenas se leía. Por supuesto que la curiosidad pudo más y la desplegó. Era una carta que su padre le había escrito a su querida madre solicitándole matrimonio. Cuántas palabras dulces, cuántas promesas hechas, cuántos sueños incumplidos. El tiempo, tan tirano, suele truncarlos sin piedad. Mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, la dobló nuevamente y casi como en trance bajó a su habitación para llevársela. Seguramente tendría que leérsela ya que su vista no le alcanzaba para hacerlo sola. La encontró dormida, con la cabeza hacia un lado, como era su costumbre. Puso la carta en sus manos y las notó muy frías. Entonces, con tremendo dolor, se dio cuenta. Había partido al encuentro de su amado. Quizá en ese nuevo mundo, sus sueños terminen de concretarse, nunca lo sabría. Y así, con la amada carta entre sus manos, partió hacia su eterno descanso, con una sonrisa y una expresión de paz que hacía tiempo no le veía. BITTY – (Beatriz S. Arias Sanz)

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